Cada día que abrimos un periódico o
vemos la televisión, nos despachamos con un nuevo caso de corrupción, uno más
que se añade a la larga lista de corruptelas que llevamos soportando desde hace
años y que no hacen más que colmar el vaso de nuestra indignación.
Y de esa larga lista no se escapan
los llamados agentes sociales (UGT y CCOO) que habían conseguido salvarse de
las muchas y justificadas críticas que llueven sobre los partidos políticos PP
y PSOE. Sin duda su vieja denominación como “sindicatos de clase” evitaba que
jueces y periodistas investigaran sus cuentas, y los oscuros acuerdos con
patronal y sucesivos gobiernos.
Los trabajadores nos preguntamos
cómo es posible que haya en este país tanto sinvergüenza y vividor. Cómo es
posible que haya sindicalistas metidos en el fraude de los ERE de Andalucía,
las irregularidades en contrataciones de Mercasevilla, el fraude en cursos de
Formación, las cuentas millonarias del líder del SOMA-UGT y las tarjetas opacas
de Bankia. Cada vez que nos enteramos de algunos de sus muchos chanchullos,
aumenta aún más nuestra indignación.
Lo que no es
comprensible es que esa indignación que siente la gran mayoría de los
trabajadores ante lo que está ocurriendo a nivel nacional, no se traslade de
vallas para dentro y se asuma con la más absoluta normalidad lo que está
ocurriendo desde hace años en factoría.
Que se admita con total normalidad
que prácticamente sea obligatoria la afiliación al sindicato de la empresa y
que a los nuevos compañeros la dirección les presente a los delegados de UGT el
mismo día en que son contratados.
Que se acepte con naturalidad el
tráfico de contrataciones, promociones y recolocaciones a cambio del pago
religioso de la cuota sindical.
Que todo el mundo vea normal que la
empresa pague a todo un ejército de liberados sindicales, sin puesto de trabajo
conocido, que colocan en los mejores puestos a sus parientes y que siguen
disfrutando del servicio de comedores que nos quitaron a los demás.
Cómo es posible que la gran mayoría
de trabajadores sigan considerando como algo normal lo que estamos viviendo
estos últimos años y no quieran ver que el coste de estos privilegios tiene un
precio: NUESTROS DERECHOS
Es el momento de cambiar de modelo sindical, de cambiar la correlación
de fuerzas y elegir un sindicalismo diferente; un sindicalismo crítico,
asambleario y combativo.
ELIGE CGT